El agua es un elemento esencial sin el cual no puede entenderse la cultura islámica, siendo el recurso en base al cual se diseñan las ciudades musulmanas a partir de sus primeros tiempos. La necesidad de purificación ritual previa a la oración y la frecuencia de la misma, hace de esta cultura una de las más afectas a la higiene corporal de cuantas se conocen. El wudu o ablución menor, se lleva a cabo en cualquier punto de agua corriente, generalmente en la casa o en el patio de las mezquitas. La ablución mayor, por sus características requiere del baño, llevándose a cabo en el lugar denominado hammam.
El hammam, por sus dimensiones, se aloja por lo general en un edificio específico, diseñado al efecto y que suele estar en las proximidades de la mezquita, dado el vínculo que por motivos religiosos se establece entre ambos.
Por su proyección universal, el hammam tiende a ser público, siendo uno de los elementos que definen al barrio musulmán junto con la mezquita, la fuente, el horno y la escuela. También los hay privados, cuando las dimensiones espaciales y posibilidades del propietario así lo permiten.
Al hammam es el vocablo que definirá en Al Ándalus a aquellas localidades donde existen manantiales o fuentes termales que hicieron frecuente su uso como baño. Tal es el caso de Alhama de Granada, Alhama de Almería, Alhama de Murcia, Alhama de Aragón, como ya lo hicieran otras durante la época de latinización, bajo el apelativo de Caldas o con posterioridad a la conquista de los reyes de Castilla y Aragón como Fuencaliente, Baños de la Encina, Baños de Montemayor, etc.
El hábito general de los baños se acabó perdiendo por la imposición española en su afán de perseguir y eliminar la cultura islámica del suelo ibérico, dado que la asidua y pública higiene corporal era motivo de sospecha y casi consecuencia de auto de fe. De este modo desaparecieron la mayor parte de los edificios dedicados a este menester, siendo escasos los restos llegados hasta nuestros días, algunos de ellos felizmente recuperados. Es de destacar igualmente el resurgir de este hábito casi ritual en algunas de las notables ciudades andalusíes, siendo de reconocer el meritorio esfuerzo de sus promotores en mantener y cultivar la dimensión cultural de los mismos. Desde aquí les deseamos la suficiente prosperidad para su fomento y prolongación a todos los rincones de este viejo solar ibérico.